Uno de los más grandes temores de las familias, y en especial los arquitectos y diseñadores, es que una asesoría de Feng Shui llegue a imponer un estilo, una manera de diseñar, que sugiera cosas absurdas, costosas o por fuera de la norma y en especial, que llene el proyecto de objetos chinos de dudosa estética.
Conozco, porque por más de 15 años ejercí mi profesión de Arquitecta de manera ortodoxa desde la rama del diseño que todo diseñador posee un estilo propio. Un estilo que es una marca reconocible en las obras como una firma que se lee en cada trazo, cada volumen y composición, en el manejo de las luces y las sombras, en su estética, en la manera como resuelve las rutas y procesos, etc. haciendo de cada edificación y ambientes un reflejo de su propio arte y maestría.
Adicionalmente, cada familia, cada empresa, cada ser, tienen su propia historia, su propia manera de vivir y se debe cumplir con el programa de necesidades formales y económicas de quienes finalmente habitarán el espacio.
Por lo tanto cuando presto una asesoría de Feng Shui soy totalmente respetuosa del papel del proyectista y de su profesionalismo tanto en su manejo funcional como estético del proyecto.
El Feng Shui podrá marcar pautas, sugerirá rutas e incluso, activaciones de movimiento, colorido y elementos. En un proyecto de diseño se revisarán y solicitarán si es posible, puertas o vanos (bocas por donde entre la energía favorable).
A nivel de acabados finales podrá sugerir con base en la esencia como material o por su color pero nunca le pedirá un objeto sea occidental o chino con el argumento de “buenas suerte”. Menos aún pedirá objetos iconográficos o místicos a menos que sea un requerimiento particular del cliente, o del diseñador.